domingo, 11 de septiembre de 2011

Antítesis de la razón (El genio de la experiencia)

¿Hay una razón para reflexionar y planear el porvenir? ¿Tener motivos por querer? E incluso, algo todavía más metafísico, ¿Hay razones para existir?
La pregunta ya despierta en nosotros una inquietud por saber una cuestión que de antemano, rebasa los límites del entendimiento y sólo nos hace constar de tener la certeza que esto no es más que un absurdo.

Un absurdo que gracias a la filosofía, podemos esquematizarlo y conceptuarlo en miles de formas posibles de manera en que nuestra imaginación haga posibles todas las ciencias presentes y artes que de muchas maneras nos obligan a afirmar nuestra identidad como seres excepcionales.

Y todavía mejor,al decir "excepcional" es cuando caemos en razón que la inteligencia común a toda la naturaleza se nos ha dado de manera en que creemos ciertas nociones básicas (ley de causalidad) y su combinación que se lleva a cabo por el entendimiento y la imaginación (unión de conceptos), que la especie cree por costumbre y por prudencia en la razón primordial y fuente de toda verdad.
El estoico así lo piensa, y se entrega por completo a utilizar su energía al entendimiento y al descubrimiento de nuevos conocimientos. Pues bien,¡Aquí hay un nuevo conocimiento! y es referente a la pregunta con que se ha comenzado.

Nuestras actividades siempre parecen tener razones suficientes, de lo contrario no habría ninguna volición ,¿cierto? pues bien, profundamente lo estudiamos como causa primaria , a que ésta razón esencial de cualquier acto, fundamenta, ya se haga inconscientemente, la necesidad de alimentarse, de buscar un bienestar.
Generalmente cualquier actividad, hasta el pensar,se encuentra dirigido a obedecer un patrón de conducta de manera en que la acción permita y encuentre el beneficio que se busca, que el "toto genere" de la naturaleza humana es la conservación de la especie.

Esto que es esencial a la vida en la conservación individual que causa el instinto, tiene como razón algo evidente, y advertimos que es la conservación del cuerpo. Pues bien, causa de esto, es que no hay mayor razón que la fuerza insistente o "fatum" por persistir en desear, y a todo esto, el deseo como razón suficiente que permite toda un manifestación de fenómenos. "Como voluntad ciega sin límites" (El mundo como voluntad y representación, Arthur Schopenhauer)

Bien, esta es la razón suficiente de todo fenómeno, el deseo. Mientras que no hay necesidad de comprenderlo, pues no puede haber un conocimiento abstracto en algo que es experimental, es decir, por actos volitivos que no dependen de nosotros en la conciencia, sino de exigencias naturales.Y esto nos da el conocimiento de conocer el deseo sólo de forma sensitiva motivado por un instinto. Pues, ¿Cómo se tiene también la comprensión del inicio del tiempo? ¿Cómo asimilamos el concepto de "causalidad" de manera en que la causa proceda al efecto y el efecto vuelva a ser otra causa de nuevo? ¿Cómo se comprende que hay eventos que no necesitan explicación ni comprensión de sus causas? ¿Cómo admitimos una ciencia que tenga como "aeterna veritas" la sin razón? Que Dios no tiene explicación, ni la volición de los instintos ni la esencia de las cosas.

Para un temperamento que no admite hipótesis, dudas y aclaraciones, yo os digo: ¡Enhorabuena! ¡Ha llegado el momento del hombre con poca inteligencia pero libre!
Esta personalidad permite al instinto el control de su voluntad en tomar decisiones deliberadas, estar presente en el mundo exterior, terrenal, lleno de fenómenos y circunstancias adversas, casi peligrosas.
Se decide de manera inconsciente a ser lo opuesto al filósofo, a carecer de ideas y padecer de quimeras llamadas razón y prudencia.
El individuo libre, que la razón aparece ante él como obsoleta, se limita a pensar sólo en lo que sus deseos le dictan por obrar y posteriormente conseguir. Se tiene como una persona impulsiva, instintiva e intuitiva. Algo muy común en los contemporáneos ¿No es verdad?
Este que poco piensa, disfruta todavía más su libertad reaccionando a sus instintos y limitando a su razón a trabajar en subordinación a sus impulsos. En completo sometimiento a su naturaleza, ¿No son ellos la nueva especie? ¿Las guerras y conductas destructivas? ¿La sin razón?

Pues bien, ellos mismos no pueden ver más allá de lo que comprenden. Son como niños sometidos al instinto de su especie, a la naturaleza que les parece exquisitamente placentera. Hedonistas evidentemente.
Y entonces nos preguntamos, ¿Por qué el pensador no puede ser un hedonista? ¿Por qué la razón puede llegar a ser un problema?
Por otra parte, admitimos que la sin razón es placentera y alegre, no admite juicios, piensa poco y lo que parece ser más relevante, no tiene exigencias y esto le hace ser libre.

Esto representa un problema para el conocimiento, la volición de los instintos contra la razón. ¿Quién pues hace un buen trabajo? ¿Nos quedaremos sin ciencias y dioses? peor aún, ¿Sin filosofía?
Recibamos con vivo aplauso a los hombres del presente, al individuo sin razón, una "qualitas occulta" de la poca genialidad intelectual en donde todo se transfiere al genio de la experiencia y al divino placer que todos con pocas excepciones buscamos.