miércoles, 3 de marzo de 2010

De la educación

Así como lo pensó Hume: “Un buen lógico sería de alguna forma, un buen filósofo y por lo tanto, un espíritu que busca la verdad por sí mismo. Pero en cuanto a cuestionar la religión o la cultura, no sería en absoluto, un buen ciudadano” Pero ¿No es un buen ciudadano aquel que tiene ideas nuevas?
¿Que es la cultura si no es la adopción por el paso del tiempo ilusorio de las costumbres? que no son más que representación de principio de razón, como si fuesen monotonías mentales.

Mi respuesta es que la cultura es adopción de costumbres establecidas. Un hombre conciente busca su verdad, sabe que le son necesarios sus hermanos, mas no depende de ellos por completo, porque el es su verdad y por lo tanto, el todo, la representación de sí mismo.
Por esto razón el hombre conciente no busca algo más grande que el mayor conocimiento, su poder espiritual, el conocimiento de sí mismo, pues ¿No es el conocimiento de tu poder lo único suficiente para estar en verdadera paz? ¿No es la absoluta paz el don del superhombre?
Tanto la cultura como cualquier manifestación humana no son sino una recolección de datos a través del tiempo, actuando como una monotonía mental.
La educación presente en cualquier país repite lo que ya se ha dicho una y otra vez en generaciones pasadas y tal vez futuras, a saber: la educación en las próximas generaciones deberá tener presente que las costumbres establecidas no son de ninguna manera una forma de encontrar la verdad que es buscada por hombres concientes. Pues esto es de alguna forma, domesticar al humano con conocimientos que el mismo no comprende pero que sin embargo, son aceptados. ¿Por qué es la aceptación? Porque la cultura (Que es monotonía mental) es aceptada por el individuo como una forma de reconocerse a sí mismo, es decir, que el individuo que ha nacido y crecido intelectualmente en un lugar está obligado a aceptar su tierra o por miedo a ser expulsado, o por miedo a perder sus placeres, que por memoria recuerda haberlos vivido en el sitio particular. Así que por necesidad el individuo acepta su cultura y por lo tanto, su educación. De esta manera el humano es domesticado para hacer lo que está establecido y se considera correcto. Pero ¿Qué es lo correcto? ¿No es el conocimiento de ti mismo por intuición lo único suficiente? ¿No deberá de ser en estos días la educación del humano, el aprendizaje de su poder espiritual?
Es difícil para el humano que ha sido domesticado por sus antepasados, deshacerse de esta educación porque la mente acepta siempre lo que le es conveniente para su supervivencia. Como una obediencia de la mente, a la ley de supervivencia, ésta acepta los principios aprendidos de cualquier forma para fomentarse así mismo sus placeres, que son su vida. De esta manera la educación ha sido siempre, enseñar lo que es más humano, nuestra herencia que es humanismo, y el humanismo comprende la recolección de datos para afrontar la vida apagando sus placeres en cualquier momento (desde la infancia hasta su muerte)
De esta manera, la educación deber ser renovada primeramente, en fomentar al nuevo individuo el aprendizaje por sí mismo de sus miedos, fortalezas y virtudes, gustos, pasiones etc. No por medios ajenos aprende, si no por sí mismo. Esto sería ser sólo un guía para el que educa, pero jamás dar la imagen de ser un ejemplo a seguir. Pues ¿cómo puedes tener un ejemplo humano a seguir si no conoce más que su propio humanismo? Más aún, la educación debe promover como si fuese la más grande novedad y el más alto progreso de la humanidad, el reconocimiento bajo cualquier circunstancia del mundo espiritual, que es el vacío y lo que la metafísica concibe como la cosa en sí
Esto es posible si el individuo se le ha educado de forma correcta, que posiblemente sea enseñar al individuo a ser el su propio dueño, su propio dios, y su propio ejemplo a seguir. Sería entonces, la perfecta manifestación del ser, la perfecta expresión de sí mismo. Que es perfecta en el conocimiento del individuo, a saber: que él es ese poder inmanifiesto que percibe, ese poder que lo aterra por su magnificiencia y lo tranquiliza en todas sus meditaciones, esa fuerza tan grande que acelera el corazón y expande los pulmones; Esta fuerza no es pensamiento, si no el observador que se percibe como algo completamente estático y aterrador por su gran poder, el que observa a la voz que continuamente nos distrae, el pensamiento.

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